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Francisco Chaves
francisco.chavesduran@ucr.ac.cr
Fotografía: Francisco Chaves.

Entrevistamos a la PhD Ilse Bussing con el fin de conocer su labor como profesional en la Escuela de Lenguas Modernas y su opinión sobre temas relevantes relacionados a estas funciones y sobre su labor como investigadora.

¿Cuáles son sus funciones dentro de la Escuela de Lenguas Modernas?

Hasta finalizar el año 2018 era la coordinadora de la Comisión de Investigación, lo fui durante cuatro años, y actualmente sigo en la comisión como colaboradora. Siempre me ha gustado mucho la investigación, de hecho, me encuentro trabajando en un libro, en una coedición con un colega, sobre literatura gótica que es mi especialidad. Además de la parte de investigación, también está la docencia. Generalmente doy cursos de literatura inglesa, o de vez en cuando de literatura norteamericana, me encantan los cursos que tienen un componente histórico. Además, como mi especialidad es la literatura gótica, doy un curso de misterio y suspenso, entre otros.

¿Cuál ha sido su experiencia desempeñando estas funciones?

Ya llevo casi 15 años dando clases, restándole los 3 que estuve afuera especializándome, y siempre me ha encantado ser profesora. Me gusta que siempre es un reto, aunque uno tenga cierta experiencia, porque los estudiantes van cambiando, además de otros factores que evolucionan como la tecnología, que ahora es de suma importancia. Mi parte favorita de la docencia es estar en la clase explicando acerca de un tema que me apasiona, y planear clases, aunque suene muy extraño decirlo, pero me fascina planear qué se va a dar en la lección. Como es predecible, lo que más pereza da es corregir, especialmente porque los grupos están creciendo más y más.

En cuanto a la Comisión de Investigación, fue lindísimo porque me encanta tener tiempo para investigar, para leer, para escribir, aunque genere bastante ansiedad el hecho de producir. La mayor traba es la burocracia, el papeleo, redactar actas, en general, a veces uno se siente más como abogado que como investigador. De todas maneras, es muy gratificante saber que ahora hay 13 proyectos de investigación, y que hace cuatro años solo habían 3 o 4 como máximo, porque se está generando nueva investigación y eso siempre es muy positivo. Por otra parte, un aspecto negativo es que a nivel institucional hay una tendencia a que haya más trámites y burocracia, más recargo en los docentes investigadores para que justifiquen el tiempo con formularios, y eso sí me preocupa mucho, porque le resta tiempo a la investigación, y ni siquiera es un problema en la Escuela de Lenguas Modernas, es a nivel de toda la Universidad.

¿Cuáles son algunas de sus proyecciones a futuro?

Me gustaría plantear cursos nuevos a nivel de maestría, ya que a veces he dado cursos ahí y me encantaría dedicarle tiempo a alguno nuevo, aunque tome meses de leer, buscar bibliografía, etc. Incluso a nivel de pregrado sería muy interesante abrir cursos de cara a una especialidad. Me encantaría ver, por ejemplo, un curso de cuentos de hadas para maestría, con mucha teoría, en el que se investiguen los arquetipos y las cosas extrañas pero maravillosas que pasan en los cuentos de hadas sin censura. Seguir investigando mucho, tratar de escribir y aprender cosas nuevas, para transmitir el conocimiento en ese tipo de cursos.

¿Cuál ha sido su experiencia en el extranjero y por qué considera que es importante el aprendizaje en el exterior?

Yo estudié en Estados Unidos primero cuando me gradué del colegio, ahí saqué la carrera de inglés a partir de una beca, estudiando literatura comparada, de lo que me terminé graduando. Regresé a Costa Rica y unos años después estudié la literatura latinoamericana, y aunque aprendí muchísimo, sirvió para darme cuenta de que mi verdadera pasión era la literatura gótica y del siglo XIX, por lo que me fui a Escocia para sacar el doctorado en Edimburgo. Para mí ha sido importantísimo, y aunque depende de lo que se estudie es fundamental salir, en mi caso, como estaba estudiando literatura británica del siglo XIX y gótica, la lógica era ir a la fuente, ya que es donde podía encontrar muchísimos más recursos para la investigación, sobre todo para el doctorado que necesitaba una investigación muy profunda.

Otro aspecto de igual importancia que lo académico al estudiar en el extranjero es la experiencia de vida, le abre a uno la mente el hecho de poder vivir en otro lugar, da otra perspectiva de mundo, de la cultura, la historia y de la vida cotidiana por supuesto, que uno no se imagina que existe si sigue siempre en el mismo país.

¿Algún comentario adicional?

Creo que a veces un reto importante para los estudiantes y profesores de esta época, donde la tecnología impera, es no perder de vista que en la literatura no debería haber atajos. A veces las personas buscan la información en resúmenes de internet, en Wikipedia y si uno realmente quiere especializarse en literatura, no existen atajos. Tal vez en internet se puede revisar información adicional, pero si no se hace realmente la tarea, que es leer, leer y leer, la tecnología no va a compensar esa falta de esfuerzo.